........Se ha descubierto que la serotonina es el neurotransmisor que facilita que seamos pacientes. Más que concebir esta dimensión como una virtud deberíamos verla como una competencia que practicar a diario. Gracias a ella ganaríamos en bienestar psicológico.
A menudo, se dice aquello de que tener paciencia es una virtud. Sin embargo, la ciencia nos dice que más que una virtud es una competencia neurológica que todos podemos (y deberíamos) desarrollar. Pensemos en ello, tomemos conciencia por un momento de lo que supondría que todos lográramos ser más pacientes, más hábiles para soportar contratiempos y saber esperar el devenir de las cosas sin nerviosismo o frustración.
Lo primero que conseguiríamos es ganar en bienestar psicológico. Porque vivir en modo “lo quiero ahora y lo quiero ya” es combustible para la mente ansiosa. Somos esa sociedad apresurada que practica la antítesis de la paciencia. La gran mayoría somos víctimas del apresuramiento, cautivos de la falta de tiempo y obsesos de la necesidad absoluta por el control.
En la década de 1970, el ketchup Heinz todavía se vendía en botellas de vidrio. Algo que descubrieron los ejecutivos de esta célebre marca es que los consumidores se frustraban con el uso de este recipiente. El vidrio les obligaba a tener que voltear el producto y a esperar que la salsa cayera. La impaciencia les molestaba y las ventas bajaron.
Ante ello, se vieron obligados a crear una innovadora campaña de publicidad. Crearon el slogan “It’s slow good” para convencerles de que las cosas buenas y de calidad se hacen esperar y requieren paciencia. Aquello fue un éxito.
Los adictos a la impaciencia están abonados a la frustración constante. Sin embargo, nada puede ser más enriquecedor que entrenar la paciencia y entender que a veces esperar merece la pena.
Tener paciencia y serotonina: ¿cómo se relacionan?
Aunque nos gustaría tener paciencia cada día y en cada circunstancia, el cerebro no está preparado para esta competencia, para este arte existencial. Él se rige mediante dos mecanismos básicos: el primero es obtener refuerzos inmediatos. Busca el placer, la recompensa, el bienestar. No nos agrada, por ejemplo, esperar en exceso cuando tenemos hambre ni esperar una hora a que esa persona que nos gusta nos responda al mensaje de WhatsApp.
Asimismo, se da otro hecho. Cuando no obtenemos lo que queremos, cuando nuestra realidad está dominada por la incertidumbre, el cerebro reacciona con alarma y sufrimiento. Porque cuando las cosas no suceden como esperamos, sufrimos, la ansiedad pincha y asoma el abismo de las preocupaciones. No nos agrada pasar un tiempo en la sala de espera de la vida y sin embargo gran parte de nuestra existencia sigue esta pauta.
La paciencia es una red protectora que nos permite atravesar la complejidad del día a día sin caer en la frustración y el malestar. Ahora, la ciencia ha descubierto qué mecanismo es el que nos permite fortalecerla. Lo analizamos.
La serotonina y su papel en la paciencia
Los doctores Katsuhiko Miyazaki y el dr. Kayoko Miyazaki, de la Universidad de Okinawa (Japón) realizaron un interesante descubrimiento, uno cuyo estudio se publicó en la revista Science Advances.
Sabemos que aprender a reprimir el impulso de la gratificación es esencial para regular las emociones, mejorar nuestra conducta y lograr mejores beneficios a largo plazo. La impaciencia es fuente de la ansiedad y la raíz de buena parte del malestar psicológico.
Hasta ahora desconocíamos qué mecanismos son los que diferencian a las personas más pacientes de las más impulsivas.
El estudio realizado en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Okinawa ha descubierto que la serotonina es el neurotransmisor que modula la paciencia. Esto se ha podido comprobar en modelos animales, en concreto, en ratones.
La serotonina es ese neurotransmisor multipropósito encargado de regular un gran número de procesos, desde el estado de ánimo, los ciclos de sueño y vigilia, el apetito, etc. Ahora sabemos que es clave también para favorecer el control de los impulsos y permitirnos ser más pacientes.
En la actualidad, se estudia mucho más el mecanismo de la serotonina. La idea es saber cómo afecta a las diferentes áreas del cerebro.
La paciencia no viene de fábrica, se entrena
Como decía San Agustín, la paciencia es la madre de la sabiduría. Sin embargo, un aspecto que también nos detalla ese estudio es que es esta competencia es el resultado del aprendizaje. Entrenarla revierte de forma positiva en nuestra calidad de vida porque nos otorga libertad emocional, entre otras cosas.
Son muchas las personas que acuden en busca de ayuda porque el mundo no es como ellos quieren. La frustración no es la llave de ninguna puerta. La impaciencia hace que nos golpeemos una y otra vez contra los mismos muros, desesperados y enfadados.
Ante esta situación es común que nos preguntemos cómo hacerlo… ¿cómo tener más paciencia? ¿Cómo conseguir que el cerebro libere más serotonina? Las siguientes frases ayudan a reflexionar sobre ello.
La paciencia es la capacidad de estar tranquilo frente a la adversidad.
Para desarrollarla de manera óptima y eficaz debemos empezar a tolerar las emociones negativas. Es necesario aceptar, entender y regular nuestro universo emocional interno.
El autocontrol es el antídoto para la impulsividad.
Replantea tu forma de pensar ante todo aquello que te hace perder la paciencia.
Recuerda tus propósitos. Paciencia es saber esperar porque sabemos que esa espera nos permitirá alcanzar algo mejor.
Para concluir, en un mundo definido por la incertidumbre y los cambios imprevistos, tener paciencia no es una necesidad es casi una obligación. Entrenemos la mente en esta herramienta de vida para transitar mejor por los días de dificultad.
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